Inteligencia Emocional
Inteligencia Emocional
La importancia de la
inteligencia emocional
Muchos niños y
adolescentes problemáticos en la escuela son calificados erróneamente como
“tontos”, cuando en realidad su problema no es de corte cognitivo, sino
emocional: tienen dificultades para manejar sus emociones e impulsos. Y es que
todo nuestro pensamiento está orientado hacia mantenernos en un confort
emocional. Si no nos sentimos bien, por muy racionales que puedan parecer las
circunstancias para convencernos de lo contrario, no estaremos en condiciones
de encontrar un equilibrio.
Cabezas son símbolos de
inteligencia emocional
En una sociedad donde el
raciocinio parece dominar cada vez más sobre las emociones, es básico tener en
cuenta la importancia de la inteligencia emocional, que juega un papel más
primordial incluso que el cerebro racional. Sin embargo, en los sistemas
educativos rara vez se le da prioridad a la educación emocional. No estamos
educados para a observar lo que sentimos y, por lo tanto, no sabemos cómo
actuar ante nuestros sentimientos de forma efectiva.
“Es muy importante
entender que la Inteligencia Emocional no es lo opuesto a la inteligencia, no
es el triunfo del corazón Las heridas emocionales de la infancia vaticinan en
gran parte de los casos cómo será nuestra calidad de vida cuando seamos
adultos. Son como lesiones psíquicas, como fragmentos sueltos y mal curados que
nos impiden llevar una existencia plena e incluso afrontar los pequeños
problemas del día a día con mayor soltura y resistencia.
Los signos de esas heridas
psicológicas suelen evidenciarse de infinitos modos. Ansiedad, pensamientos
obsesivos, mayor vulnerabilidad hacia determinados trastornos, problemas del
sueño, actitud defensiva…
No es fácil lidiar con un
pasado traumático, sin embargo, aún lo es más cuando esas marcas se originaron
en una edad temprana. En esa primera etapa de la vida de un niño donde carece
aún de estrategias personales para manejar y entender ciertas dimensiones.
“Recuerda que tu cuerpo
físico es un reflejo directo del estado de tu ser interior”
–Lise Bourbeau-Así, de
alguna forma, es muy común que siempre acontezcan 5 tipos de experiencias
dolorosas o heridas emocionales de la infancia que terminarán dejando una
impronta muy evidente en nuestra personalidad.
sobre la cabeza, es la
intersección de ambas”
-David Caruso-
Con todo lo expuesto,
apreciamos la importancia de la inteligencia emocional. A través de ella
logramos motivarnos, controlamos nuestros impulsos, regulamos los estados de
ánimo y empatizamos con los demás. Nos permite no solo convivir con quienes nos
rodean, sino sobrevivir. Es, en fin, la que controla gran parte de quiénes
somos.
La herida causada por el
abandono no es fácil de curar, lo sabemos. Así, tú mismo serás consciente de
que ha comenzado a cicatrizar cuando el temor a los momentos de soledad
desaparezca, y en ellos empiece a fluir un diálogo interior positivo y
esperanzador.
2. El miedo al rechazo
El miedo al rechazo es una
de las heridas emocionales de la infancia más profundas, pues implica el
rechazo de nuestro interior. Con interior nos referimos a nuestras vivencias, a
nuestros pensamientos y a nuestros sentimientos.
En su aparición pueden
influir múltiples factores, tales como el rechazo de los progenitores, de la
familia o de los iguales. Genera pensamientos de rechazo, de no ser deseado y des calificación hacia uno mismo.
La persona que padece de
miedo al rechazo no se siente merecedora de afecto ni comprensión y se aísla en
su vacío interior. Es probable que, si hemos sufrido esto en nuestra infancia,
seamos personas huidizas. Por lo que debemos trabajar nuestros temores, nuestros
miedos internos y esas situaciones que nos generan pánico. 4. La
traición o el miedo a confiar
El miedo a confiar en los
demás surge cuando el niño se ha sentido traicionado por alguno de sus
progenitores. Dimensiones como incumplir promesas, no proteger, mentir o no
estar cuando más se necesita a un padre o a una madre origina heridas
profundas. En muchos casos, esa sensación de vacío y desesperanza se transforma
en otras dimensiones: desconfianza, frustración, rabia, envidia hacia lo que
otros tienen, baja autoestima…
Haber padecido una
traición en la infancia construye personas controladoras y que quieren tenerlo
todo atado y reatado. Si has padecido estos problemas en la infancia, es
probable que sientas la necesidad de ejercer cierto control sobre los demás, lo
que frecuentemente se justifica con un carácter fuerte.
Estas personas suelen
confirmar sus errores por su forma de actuar. Sanar las heridas emocionales de
la traición requiere trabajar la paciencia, la tolerancia y el saber vivir, así
como aprender a estar solo y a delegar responsabilidades4. La traición o el
miedo a confiar
El miedo a confiar en los
demás surge cuando el niño se ha sentido traicionado por alguno de sus
progenitores. Dimensiones como incumplir promesas, no proteger, mentir o no
estar cuando más se necesita a un padre o a una madre origina heridas
profundas. En muchos casos, esa sensación de vacío y desesperanza se transforma
en otras dimensiones: desconfianza, frustración, rabia, envidia hacia lo que
otros tienen, baja autoestima…
Haber padecido una
traición en la infancia construye personas controladoras y que quieren tenerlo
todo atado y reatado. Si has padecido estos problemas en la infancia, es
probable que sientas la necesidad de ejercer cierto control sobre los demás, lo
que frecuentemente se justifica con un carácter fuerte.
Estas personas suelen
confirmar sus errores por su forma de actuar. Sanar las heridas emocionales de
la traición requiere trabajar la paciencia, la tolerancia y el saber vivir, así
como aprender a estar solo y a delegar responsabilidades.
3. La humillación
Esta herida se genera
cuando en su momento sentimos que los demás nos desaprueban y nos critican.
Podemos generar estos problemas en nuestros niños diciéndoles que son torpes,
malos o unos pesados, así como aireando sus problemas ante los demás; esto
destruye la autoestima infantil.
Las heridas emocionales de
la infancia relacionadas con la humillación generan con frecuencia una
personalidad dependiente. Además, podemos haber aprendido a ser “tiranos” y
egoístas como un mecanismo de defensa, e incluso a humillar a los demás como
escudo protector.
Haber sufrido este tipo de
experiencias requiere que trabajemos nuestra independencia, nuestra libertad,
la comprensión de nuestras necesidades y temores, así como nuestras
prioridades.
4. La traición o el miedo
a confiar
El miedo a confiar en los
demás surge cuando el niño se ha sentido traicionado por alguno de sus
progenitores. Dimensiones como incumplir promesas, no proteger, mentir o no
estar cuando más se necesita a un padre o a una madre origina heridas
profundas. En muchos casos, esa sensación de vacío y desesperanza se transforma
en otras dimensiones: desconfianza, frustración, rabia, envidia hacia lo que
otros tienen, baja autoestima…
Haber padecido una
traición en la infancia construye personas controladoras y que quieren tenerlo
todo atado y reatado. Si has padecido estos problemas en la infancia, es
probable que sientas la necesidad de ejercer cierto control sobre los demás, lo
que frecuentemente se justifica con un carácter fuerte.
Estas personas suelen confirmar sus errores por su forma de actuar. Sanar las heridas emocionales de la traición requiere trabajar la paciencia, la tolerancia y el saber vivir, así como aprender a estar solo y a delegar responsabilidades.
[P1]
Hace ya bastantes décadas
en que tanto la psicología como la medicina hallan una íntima correlación entre
el dolor emocional y el dolor físico. Este fenómeno, al que llamamos
«somatización», nos demuestra la unión entre mente y cuerpo, algo que, como
bien sabemos, se ponía en duda en siglos pasados con el clásico modelo
cartesiano.
De este modo, algo que
saben bien muchos médicos es cómo el propio diagnóstico de una depresión,
tiende a elevar la aparición de cuadros de cefaleas, dolores musculares,
alteraciones digestivas e incluso empeora el estado de pacientes con dolor
crónico. Es más, desde el campo de la investigación neurobiológica nos señalan
que buena parte de las formas de dolor físico se relaciona con el estrés
emocional.
Estudios como el llevado a
cabo en la Universidad de Duke, en Carolina del Norte, Estados Unidos, nos
indican que dentro del ámbito clínico y sobre todo en atención primaria
deberían considerarse los factores psicológicos y emocionales a la hora de dar
un diagnóstico. Tal vez, por ejemplo, ese dolor de estómago no tenga como
origen una úlcera y sí un trastorno de ansiedad.
Emociones y dolor físico:
así se relacionan
Hace ya bastantes décadas
en que tanto la psicología como la medicina hallan una íntima correlación entre
el dolor emocional y el dolor físico. Este fenómeno, al que llamamos
«somatización», nos demuestra la unión entre mente y cuerpo, algo que, como
bien sabemos, se ponía en duda en siglos pasados con el clásico modelo
cartesiano.
De este modo, algo que
saben bien muchos médicos es cómo el propio diagnóstico de una depresión,
tiende a elevar la aparición de cuadros de cefaleas, dolores musculares,
alteraciones digestivas e incluso empeora el estado de pacientes con dolor
crónico. Es más, desde el campo de la investigación neurobiológica nos señalan
que buena parte de las formas de dolor físico se relaciona con el estrés
emocional.
Estudios como el llevado a
cabo en la Universidad de Duke, en Carolina del Norte, Estados Unidos, nos
indican que dentro del ámbito clínico y sobre todo en atención primaria
deberían considerarse los factores psicológicos y emocionales a la hora de dar
un diagnóstico. Tal vez, por ejemplo, ese dolor de estómago no tenga como origen
una úlcera y sí un trastorno de ansiedad.
La tristeza y la ira, las
emociones con mayor impacto en el cuerpo
El doctor Afton Hassett es
científico investigador en el Centro de Investigación de Fatiga y Dolor Crónico
de la Universidad de Michigan, en Estados Unidos. Algo que destaca este experto
es que el amplio abanico de emociones que experimenta el ser humano tiene
impacto en el cuerpo; tanto las positivas como las negativas.
Esa impronta puede ser
favorecedora o por contra dolorosa. Así, de entre esas emociones menos
agradables para el organismo, están la tristeza y la ira. Haber sufrido, por
ejemplo, abusos en la infancia, padecer el dolor del abandono de alguno de los
progenitores, sufrir una pérdida o haber pasado por una relación afectiva complicada
tienen una impronta en el cuerpo.
El abanico de síntomas
físicos es muy amplio, siendo el más común el dolor de espalda. Asimismo, en
este vínculo entre emociones y dolor físico, es importante destacar la ira. El
doctor Hassett señala cómo las personas más irascibles o quien lleva mucho
tiempo escondiendo sus sentimientos y malestares evidencia, por término medio,
una mayor hipersensibilidad al dolor. Asimismo, también son más tendentes a
sufrir dolor estomacal, migrañas, dolor articular…
Emociones y dolor físico:
¿cuál es más intenso?
¿Qué duele más? ¿La
pérdida de un ser querido o la rotura de un hueso? ¿El abandono de la pareja o
una quemadura en la piel? Más allá de lo contradictorias que puedan parecer
estas cuestiones, parece existir una respuesta clara: el dolor emocional duele
más que el dolor físico.
Así nos lo indica un
estudio publicado en la revista Psychological Science y llevado a cabo por los
doctores Adrienne Carter-Sowell, Zhanheng Chen. Las claves para entender esta
relación entre emociones y dolor físico están en los siguientes puntos:
El sufrimiento emocional
puede ser perdurable en muchos casos. Mientras el dolor físico es temporal, el
que nos dejan las emociones puede durar años e incluso toda la vida.
Hay otra interesante
cuestión: no somos buenos gestores de las emociones de valencia negativa. Así,
factores como no procesar de manera adecuada el duelo por una pérdida o una
ruptura puede crónicas ese sufrimiento. Lo mismo sucede con la ira antes señalada.
Si llevamos años escondiendo nuestras frustraciones y enfados ante determinados
hechos o circunstancias, esa ira acaba impactando en el cuerpo.
- cómo la comida influye en nuestro funcionamiento
El cerebro no busca la verdad, busca la comodidad
¿Cómo es el cerebro de un ambidiestro?
¿Qué hemisferio domina en ti, el izquierdo o el derecho? ¿Eres más lógico u ordenado o te inclinas más bien hacia una personalidad artística y creativa? Este tipo de creencias han vivido durante décadas entre nosotros conformando un auténtico neuromito sobre las funciones de los hemisferios cerebrales. Ahora bien, no es cierto que cada uno de nosotros presentemos un tipo particular de dominancia cerebral.
Nadie usa un hemisferio más que otro. ¿Qué harían entonces esas regiones en desuso? ¿Permanecer en pausa, desaparecer quizá? Las personas utilizamos todas y cada una de las áreas cerebrales porque este órgano está sofisticadamente interconectado. El simple hecho de leer, de analizar lo que leemos y después divagar sobre ello para tomar una decisión determinada ya hace que nuestros dos hemisferios participen.
Ahora bien, lo que sí es cierto es que las funciones de los hemisferios cerebrales están ligeramente lateralizadas. Es decir, el hemisferio derecho se ocupa en mayor parte de unas tareas que le son propias. Lo mismo ocurre con el izquierdo.
Una de las funciones de los hemisferios cerebrales más interesantes es la capacidad de crear música, disfrutarla y también de llevar a cabo tareas artísticas. Todas esas realidades «reclutan» un mayor de neuronas en el hemisferio derecho.
Su forma de procesar la información es holística. Es decir, ante un problema tiene una visión más amplia e integrada de las cosas.
Cerebro
Funciones del hemisferio izquierdo
Como ya hemos apuntado, una de las características que define al hemisferio izquierdo es la capacidad para procesar letras y palabras para dotarlas de significado. Esto que en apariencia puede resultar sencillo, en realidad incluye a procesos que nos diferencian de otras especies animales. Hablamos de lo último en cuanto a evolución se refiere. Todo ello se localiza en el área izquierda.
Gracias a esta capacidad, hemos logrado comunicarnos, leer, escribir, razonar de manera matemática y también en la lógica.iones de los hemisferios cerebrales más interesantes es la capacidad de crear música, disfrutarla y también de llevar a cabo tareas artísticas. Todas esas realidades «reclutan» un mayor de neuronas en el hemisferio derecho. - Su forma de procesar la información es holística. Es decir, ante un problema tiene una visión más amplia e integrada de las cosas.
Funciones del hemisferio izquierdo
Como ya hemos apuntado, una de las características que define al hemisferio izquierdo es la capacidad para procesar letras y palabras para dotarlas de significado. Esto que en apariencia puede resultar sencillo, en realidad incluye a procesos que nos diferencian de otras especies animales. Hablamos de lo último en cuanto a evolución se refiere. Todo ello se localiza en el área izquierda.
- Gracias a esta capacidad, hemos logrado comunicarnos, leer, escribir, razonar de manera matemática y también en la lógica.
La organización del pensamiento
Es comprensible que todos tengamos momentos o etapas de dispersión. Vamos de un tema a otro, o de una actividad a otra, sin mucho orden. El estrés hace que el caos todavía lo parezca más. Por lo general, la consecuencia es “solamente” más estrés.
El problema aparece cuando esa dispersión se convierte en incoherencia y se mantiene de manera casi constante. Tal incoherencia se refiere a una cierta incapacidad para mantener el hilo de un pensamiento o una conversación. Se salta de una idea a otra, sin nexo aparente entre una y otra.
El contenido del pensamiento
El contenido del pensamiento denota una mente afectada cuando tiene ciertos rasgos. El más notorio de ellos es la fijación. Las creencias inflexibles e intensas son por sí mismas un problema. Pero cuando además están alejadas de la realidad, pueden ser la fuente de una gran angustia.
Una cosa es que alguien tenga una convicción absurda, pero logre sortearla. Esto quiere decir que no le provoca un malestar ni intenso ni continuo ni frecuente. En ese caso, podríamos hablar de una intolerancia. Pero si esa creencia fija origina grandes dosis de angustia, podríamos hablar de un problema a otro nivel.
El estado de conciencia
Si estas fugas de conciencia son habituales o involucran hechos relevantes, podríamos hablar de un problema en la mente. Si alguien lleva a cabo algo y después no tiene idea de por qué o para qué o cómo lo hizo, entonces tenemos una buena razón para sospechar.
La mente y la atención
Las problemas de atención tienen que ver con una ausencia o exceso de concentración. Cuando hay ausencia de enfoque, la mente baila de un lado a otro, sin rumbo. Por ejemplo, la persona es incapaz de seguir una instrucción paso a paso.
En cambio, si hay un exceso de enfoque, la persona pierde la atención periférica. Esto quiere decir que es incapaz de conectar con el entorno cuando dirige su atención a algo. Obviamente, para que sea un problema de la mente este síntoma debe ser severo y mantenerse durante el tiempo que estipulen los criterios diagnósticos.
La memoria y el reconocimiento
Lo que algunas personas llaman “lagunas mentales” o amnesias parciales o totales de hechos relevantes constituyen un indicador de que algo pasa en la mente. Son fuentes fundadas de sospecha el olvido recurrente o la incapacidad de reconocer hechos en los que se ha estado involucrado, .
El lenguaje y la mente El lenguaje es el principal vehículo del pensamiento.
Un lenguaje claro habla de una mente clara. Por el contrario, siempre que hay un problema en la mente, se refleja en lenguajes confusos, desorganizados o poco pertinentes.
Dentro del campo del lenguaje caben expresiones no estrictamente verbales, como el tono de la voz o la gestualidad. Alguien que no es capaz de sostener la mirada o que hace excesivos movimientos cuando habla también puede tener problemas. Recuerda que en este, como en los demás síntomas, es necesario que la valoración la haga un profesional.
La depresión oculta es una condición en la cual una persona no presenta los síntomas típicos de la depresión, sino otros patrones y rasgos que hacen de disfraz. De hecho, el primero en pasar por alto esta situación es quien la padece. De eso se trata precisamente: de mantenerse a distancia del malestar.
Ese proceso de tratar de encapsular o maquillar los síntomas de la depresión se da de manera inconsciente o pre-consciente. No es que la persona deliberadamente quiera aparentar algo que no es o que no siente. El ocultamiento es una forma de defenderse de un sufrimiento que quizás el afectado no se siente con la capacidad de abordar.
Por supuesto, el hecho de ocultarle a los demás, y a uno mismo, este tipo de problemas, no es una buena estrategia para solucionarlos. Por el contrario, a veces solo se consigue que se vuelvan crónicos. ¿Cómo reconocer que puede haber una depresión oculta? Estas son cinco señales que envían quienes la padecen muy usual que un comportamiento exagerado revele un intento de compensación para el sentimiento completamente opuesto. Suele suceder, entonces, que las personas con depresión oculta tiendan a sobre dimensionar su supuesto estado de bienestar. Si les preguntas cómo están, no te van a decir que bien, sino “estupendamente” o “muy bien”.
Como anotábamos, esta es una forma inconsciente de compensación. Es casi un intento por auto-convencerse y convencer a los demás acerca del estado de ánimo. Una cortina de humo para alejar la idea del malestar y así mantenerse a distancia de la depresión.
3. Hablan reiterativa mente del pasado
En la depresión oculta, como en cualquier forma de depresión, el pasado juega un papel protagonista. Por eso es muy usual que haya temas del ayer que siempre salgan a relucir en las conversaciones con personas que manifiestan la depresión de esta manera. Es posible que se refieran a esos asuntos de forma jocosa, incluso, pero lo importante es que aluden a ellos con frecuencia.
El hecho de no lograr desprenderse del pasado es un indicador de que hay vivencias no resueltas. Ese pasado pudo haber sido positivo o negativo, no importa. Lo relevante es que alguien siga reviviendo eso que ya sucedió a través de la evocación. Implica que hay lazos fuertes con el ayer y que no ha sido posible ubicarse en el presente real.
4. Tienen hábitos alimenticios desordenados
Los desórdenes alimenticios siempre son indicadores de algún malestar emocional; en particular, de depresión. Especialmente si los cambios en el apetito no son pasajeros, sino que tienden a volverse permanentes, e incluso se hacen más marcados cada vez. Estos hábitos incluyen comer menos de lo normal, más de lo normal, o hacerlo de una forma anárquica o extraña.
Es muy usual que una de las formas de expresión de la depresión oculta tenga que ver con el apetito. A veces la persona no deja de comer, o come más, pero sí manifiesta asco por determinados alimentos, o presenta problemas digestivos muy frecuentes. También hay casos en los que lo que se produce es una obsesión por comer algo o hacerlo de cierta forma
. No logran dormir plácidamente
El sueño es otro de esos factores que hace visible el malestar emocional. Como en el caso de la alimentación, lo que se aprecia en estos casos es que hay alguna suerte de anomalía que puede ser de muchos tipos. Por lo general, se duerme poco, o se duerme demasiado.
En algunas ocasiones aparecen otros comportamientos como noctambulismo, dificultades para dormir en la cama en posición horizontal, sueños intermitentes, etc.
Cualquiera de estas formas de descanso, a todas luces inadecuadas, podrían ser un síntoma de depresión oculta.
Por supuesto, todos estos indicadores deben ser evaluados con cuidado. La depresión es más que un estado de tristeza o de negación encubierta y no tiene nada que ver tampoco con un estado de confusión pasajero. Hablamos de una condición que debe ser evaluada por personal capacitado para ello.
Todos amamos de alguna manera, cada quien elige cómo. Tenemos el poder de relacionarnos como deseemos aunque casi ni seamos conscientes de ello, todo depende de la actitud que escojamos. Y a partir de esta selección, interactuamos con los demás, con el mundo y por supuesto, con nosotros mismos.
Ahora bien, dentro de todas las formas de relacionarnos, la que tiene más importancia y actúa como soporte de todas las demás es la que tiene que ver con nosotros. Según la forma que tengamos de tratarnos y respetarnos estaremos más o menos abiertos a relacionarnos con los demás y con el universo. Por lo tanto, si cuidamos de nosotros podremos tener relaciones más auténticas con lo que nos rodea.
Cuando nos amamos son importantes diversas cosas, sobre todo conocernos para ser capaces de saber hasta dónde podemos llegar, y hasta dónde pueden llegar con nosotros. Además, esto se reflejará en las relaciones que tengamos. Si nos conocemos, enriqueceremos nuestras relaciones y seremos capaces de entender los diferentes límites que existan. Profundicemos a continuación sobre la bonita experiencia de amarse y protegerse.
Todos amamos de alguna manera, cada quien elige cómo. Tenemos el poder de relacionarnos como deseemos aunque casi ni seamos conscientes de ello, todo depende de la actitud que escojamos. Y a partir de esta selección, interactuamos con los demás, con el mundo y por supuesto, con nosotros mismos.
Ahora bien, dentro de todas las formas de relacionarnos, la que tiene más importancia y actúa como soporte de todas las demás es la que tiene que ver con nosotros. Según la forma que tengamos de tratarnos y respetarnos estaremos más o menos abiertos a relacionarnos con los demás y con el universo. Por lo tanto, si cuidamos de nosotros podremos tener relaciones más auténticas con lo que nos rodea.
Cuando nos amamos son importantes diversas cosas, sobre todo conocernos para ser capaces de saber hasta dónde podemos llegar, y hasta dónde pueden llegar con nosotros. Además, esto se reflejará en las relaciones que tengamos. Si nos conocemos, enriqueceremos nuestras relaciones y seremos capaces de entender los diferentes límites que existan. Profundicemos a continuación sobre la bonita experiencia de amarse y protegerse.
“Amarte es entender lo valioso que eres, y cuidar de ese grandioso tesoro”.
Porque me amo sé hasta dónde puedo llegar
Cuando nos amamos, somos capaces de saber hasta dónde podemos llegar. Nos apreciamos tanto que entendemos que tenemos límites. Por lo tanto, sabemos que:
- No somos perfectos. Decir me amo significa comprender que somos imperfectos. Entonces, nos damos cuenta de que podemos cometer errores y no nos frustramos por ello.
- No nos esforzamos más de la cuenta. Me amo también significa saber cuándo parar. Si nos esforzamos más allá de nuestras posibilidades acabaremos agobiados.
- Podemos aprender de los errores. Amarse también es ver cada error como un aprendizaje. Entonces, no nos ahogamos en las tormentas, porque nos conocemos y sabemos que cada cosa que nos sucede es una gran experiencia.
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